jueves, 7 de diciembre de 2017

Los 'yayos' del 2050 no tendrán miedo

Por fin estaremos a la altura de Japón. Eso sí, habrá que esperar hasta 2050 y no será para algo excesivamente bueno. En esa fecha -no tan alejada- ostentaremos la segunda mayor tasa de dependencia del mundo, es decir, tendremos más 'yayos' que ningún otro país (excepto los nipones).

Ojo con las cifras, porque son para asustarse: 77,5 de cada 100 españoles serán (seremos) pensionistas, muy por encima de la media, 53,2% de los 35 países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) o del 56% de los de la Unión Europea, según los cálculos realizados para mediados de siglo.

Con estos datos sobre la mesa, la mayor parte de los medios de comunicación han coincidido en emplear sus recursos para analizar el futuro de la sostenibilidad del sistema público de pensiones. De todos ellos me quedo con dos datos, ambos preocupantes. El primero es lo que los economistas llaman tasa de sustitución, esto es, el importe del primer sueldo como pensionista con respecto a lo que se cobraba en activo. Ahora mismo en España está en torno al 80%, muy alto con respecto al resto de Europa.

Lo malo es que ese sueldo con el que una persona comienza su vida en las estadísticas del Imserso no se revaloriza al ritmo del crecimiento real de la economía ni del IPC por lo que, a los pocos años, le cuesta llegar a fin de mes. Y aquí hay que tener en cuenta -el segundo dato-, que la esperanza de vida en España es de 80,3 años, en el caso de los hombres; y 85,6, en el de las mujeres. Para más inri, los analistas esperan que en España esta tasa de sustitución se reduzca sustancialmente en los próximos años hasta alcanzar niveles europeos, en torno al 65%.

¿Qué quiere decir todo esto?, que quiénes no tengan planes de pensiones privados o vinculados a las empresas en las que trabajan lo tienen muy crudo. Éste es el perfil económico del asunto, pero estamos en un blog donde analizamos los mensajes comunicativos. Por eso querría abordar sus otras implicaciones, en este caso las demográficas.

Hasta el momento, los mensajes electorales han ido dirigidos a convencer a los segmentos mayoritarios de la población. El objetivo principal de los partidos políticos es el colectivo formado por hombres y mujeres de entre 30 y 45 años. Luego, de forma residual, se han ido propiciando mensajes específicos para atraer a jóvenes y mayores. Simplificando, a ambos se les pedía su voto a cambio de esperanza y amparo, respectivamente.

Pero si la evolución demográfica se confirma, estos mensajes van a tener que cambiar y los partidos que lo hagan antes y mejor tendrán mucho espacio recorrido. Para 2050, la mayoría de ciudadanos con voto tendrá más de 65 y veinte años de vida por delante (el equivalente a cinco legislaturas). Será un colectivo amplísimo; con alta formación; con un bagaje y una trayectoria vital, social y económica forjados en circunstancias muy difíciles que, presumiblemente, le dará un fuerte carácter reivindicativo.

Los mayores de mediados de siglo no se conformarán con la promesa de una subida raquítica de sus pensiones y es probable que tengan menos miedo al cambio que los pensionistas actuales. En la medida que sus nóminas dependan menos de la solidaridad intergeneracional y más de su capacidad de ahorro y/o de las aportaciones de las empresas, su capacidad de decisión será más libre y, todo esto, propiciará que sean más exigentes, también con sus políticos y sus formas de gobernar.

Pues eso, como decía aquél, la que va a liarse cuando Dios quiera jubilarse y vea que sólo tiene cotizados seis días.

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