lunes, 16 de enero de 2017

Modernidad líquida en el laberinto de 'Westworld'

Zygmunt Bauman, filósofo, sociólogo y ensayista polaco, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010, ha sido sin lugar a dudas uno de los intelectuales de referencia del último siglo. Murió la semana pasada a los 91 años y, justo el día antes de su fallecimiento, yo estaba leyendo una entrevista que le habían hecho en la revista “Papel”, editada por el diario “El Mundo”. Giraba en torno a su concepto de 'Modernidad líquida', esa teoría que intenta explicar cómo la sociedad actual (individuos y colectivos) intenta adaptarse a un entorno en constante cambio que nos impide hacer planes de futuro.

La incertidumbre es la reina de estos tiempos. No hay nada seguro. El mercado laboral nunca ha sido tan inestable; los partidos políticos y sus dirigentes afrontan una quiebra de identidad y credibilidad sin parangón; las instituciones más estables como el Estado, la familia, los mercados financieros e, incluso, la religión soportan crisis y tensiones permanentes.

Una 'Modernidad líquida' que puede reconocerse perfectamente a nuestro alrededor. Una realidad con paredes de cristal que cambian a cada segundo que pasa y que nos impiden trazar planes de futuro. Un entorno donde la felicidad a largo plazo es una quimera y en la que solo sobreviven aquellos con mayor capacidad de adaptación. Para vencer esta tendencia a la exclusión hay que intentar llegar al centro del laberinto, ese lugar que nos explica el origen, nuestras motivaciones más profundas, de dónde vienen y porqué somos como somos.

Una metáfora de vida que podemos encontrar reflejada en WestWorld, la exitosa serie televisiva de HBO que transcurre en un futurista parque temático, inspirado en el lejano Oeste, al cual acuden personas adineradas en busca de aventuras pero, si se rasca un poco en la superficie, lo que realmente subyace son las relaciones que se establecen entre humanos y 'servidores' (androides). La moraleja es que para saber realmente quiénes somos no nos queda otro remedio que crear entornos (aunque sean artificiales) que nos desinhiban y nos permitan mostrarnos tal y como somos. Allí, lejos de la inseguridad y de los miedos a perder lo mucho o poco que se ha atesorado, aparecerá lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

Mientras tanto, tal y como decía Bauman, y hasta que seamos capaces de reencontrarnos, cualquier idea de felicidad parece pasar o finalizar en una tienda, probablemente online.

1 comentario:

Unknown dijo...

Parece fruto de la desesperanza

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