martes, 20 de septiembre de 2016

El mensaje más repetido del verano: 'Out of order'

Reservar una mesa en un local emblemático en temporada alta y en zona de costa es una tarea difícil pero ayuda la tecnología. O eso crees. Hace unos días lo intentaba con un restaurante de esos en los que los visitantes ilustres dejan su firma estampada en una barrica de vino. El teléfono comunicaba así que lo intenté a través de su página web. Realicé la reserva online y recibí un mensaje en cuyo asunto se podía leer: “Solicitud de reserva confirmada”.
Pero no fue hasta la misma mañana de la comida cuando me dí cuenta de la sutiliza del texto: “Solicitud de reserva”. Cuando leí el resto, caí en la cuenta: “Próximamente le llamarán para confirmar su reserva”. No me habían llamado. Tuve que ponerme en contacto telefónico, echar la bronca y cruzar los dedos para que tuvieran un sitio libre. “Y por favor, que no sea una mesa de esas que solo cabe un catavinos y la barra de pan.” Que les aseguro que las hay. A cuántos japoneses les habrán hecho creer que ese es el espacio ideal para probar por primera vez la tortilla de patatas.

Claro. Son de ese tipo de sitios en los que no hace falta publicidad para llenarlo. Se hacen página web porque todos la tienen pero ni miran (al menos en temporada alta) el apartado de reservas online porque no les hace ninguna falta. Así que cuando se la están desarrollando le dicen al webmaster, “pon un mensaje de respuesta automático que no nos comprometa. Algo educado,sin más”. - ¿Algo como: “Próximamente le llamarán para confirmar su reserva”? . - "Xacto", que diría un personaje de Forges.

No es el único mensaje confuso del verano. Los castillos forman parte de ese patrimonio monumental que solemos visitar en esta temporada estival y que tantos sinsabores nos causan. Alcazabas medievales en las alturas, inexpugnables, para eso se hicieron a conciencia hace tantos siglos: para que no fuera fácil acceder a ellas. ¿Qué hemos hecho para conseguir que familias con niños, ancianos, discapacitados y personas sin fondo ni forma (física) tengan la oportunidad de conocerlas? Pues mecanismos como ascensores y escaleras mecánicas que nos ayudan a elevarnos hasta sus almenas. Pero no, en verano no funcionan. Será por la falta de mantenimiento o por el calor, pero lo normal es encontrarse con el cartel de: Out of order. ¿Y hasta qué hora se puede acceder? Hasta las ocho o clock. Cierran justo cuando las temperaturas dan un respiro y podríamos intentarlo sin necesidad de echar el bofe.

Las catedrales tienen un apartado específico. Hay que rodearlas por completo para dar con la entrada, de pago, por supuesto. Una visita que nunca da derecho a ver el templo en su totalidad. Siempre hay alguna dependencia (museo sacro, sacristía, cúpula, cripta, etcétera) a la que se solo se accede con un suplemento. Menos de diez euros por persona es casi imposible. Pero lo peor es cuando entras y compruebas que la mitad de la catedral está cerrada por obras y han puesto andamios que impiden ver la mayor parte de las capillas y del Altar Mayor con detalle. ¿Quién ha sido capaz de ver con detenimiento y de cerca las imágenes labradas que suelen estar sobre las sillas del coro de una catedral? Justo eso, ni Dios. Siempre hay un cordón que impide el paso.

Menos mal que las oficinas de turismo están ahí, con sus planos, sus dípticos y trípticos a color con servicios de alquiler y restauración de todo tipo y sus amables guías turísticos que, con un boli y haciendo redondeles a la velocidad del rayo, no tardan ni diez segundos en explicarnos dónde estamos y qué no nos debemos perder (básicamente todo el mapa). “Muchas gracias”, decimos. “La catedral, a la derecha, ¿no?”. Nunca escarmentaremos.

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